lunes, 29 de diciembre de 2008

La edad secreta, de Eugenia Rico

 La edad secreta
Eugenia Rico
Espasa. Madrid, 2004.
231 páginas

 

Argumento:

Una mujer madura recibe un diagnóstico de cáncer. Pero cuando cree que se va a morir, le dicen que es un error. Ella sin embargo, decide dar un giro a su vida. Toma el coche y se larga sin destino concreto. En una gasolinera se encuentra con un joven al que lleva consigo. Se enamora de él, pero el chico busca una ciudad imaginaria llamada Nauchipán, sobre la que ha inventado una rocambolesca historia...


Comentario:

No puede decirse que esta novela esté mal escrita, que no lo está, al menos desde el punto de vista de la prosa. La autora usa un tono a veces aforístico, sentencioso, poético, reflexivo, que no resulta demasiado molesto para quien esté habituado a este estilo liteario. Lo realmente molesto es que la novela no trata de nada. Leyendo el argumento podría parecer que sí, pero la forma en que ella la cuenta para mi gusto es totalmente errónea.

En primer lugar, aunque sabemos que esas cosas pasan, lo del diagnóstico erróneo de una enfermedad mortal suena demasiado "peliculero", o "novelesco", y parece demasiado forzado como disparador de la improbable aventura de la protagonista. En segundo lugar, y como si eso no fuera bastante para elevar la ceja con escepticismo, tenemos el personaje del chico que busca la ciudad de los Neandertales, unos seres inmortales que viven bajo tierra, lejos de nuestra civilización, y a la cual se accede a través de ciertas puertas señaladas en un mapa (que también arrastra una retorcida historia, faltaría más). La autora no explica nada sobre el joven, si es que está loco o qué. Parece muy difícil de creer que un chico de nuestro tiempo crea en tales fantasías, así que una de dos, o miente o está chiflado... o Eugenia Rico usa ese pretexto como un recurso simbólico. Me decanto por lo primero y lo último. Al final del libro parece que él, aun manteniendo la ambigüedad, insinúa que tal vez cuente eso para "llamar la atención" o "impresionar".

Pero en esta novela todo es inconcreto, abstracto, simbólico. Más que una novela parece un diario donde la protagonista va contando sus reflexiones sobre todo tipo de cosas. Bueno, habla de su matrimonio, de su trabajo como funcionaria de Hacienda, de la vida, de la muerte... pero sobre todo del amor, del sexo y de la edad, haciendo alusión al título de la obra. Pero ni siquiera estas reflexiones resultan novedosas. Más bien son tópicas, lo del marido con la amante veinte años más joven (y para más inri, secretaria del susodicho), el temor de ella a que el chico (su amante ocasional) descubra su edad madura, etc. Esa obsesión por los años es el leit motiv de toda la novela, hasta resultar algo machacón.

Es una novela que produce mucha frustración en su lectura, ya que esperas siempre algo que no llega. La autora no dramatiza las situaciones, las cuenta, sin diálogos, sin detalles, despojadas de todo sentido de lo real, regodeándose en la calidad de su prosa y en lo supuestamente interesante de sus ideas.

Así pues hay una historia de amor que no se ve, un viaje en coche que solo se atisba, y que más bien parece un viaje mental, un accidente de coche sin significado dramático, y unos recuerdos y pensamientos de la protagonista, mezclados a veces con los de él que no aclaran mucho de su decisión de dejarlo todo atrás. También menciones a la ciudad de Nauchipán, a la forma de ser de sus habitantes y sus costumbre, que recuerda a la obra de Calvino ("Las ciudades imaginarias"), y cómo no, ejemplos del amor entre mujeres maduras y hombres más jóvenes como R. L. Stevenson y Fanny Osborne... Ya digo, es como un cuaderno de bitácora (o una fábula) más que una narración bien trabada. Carece de emoción y no implica al lector en la trama, que no hay.

Además, para hacer bulto, la autora utiliza el truco de "Seda", de llenar capítulos con un solo párrafo, generalmente sentencioso, con ínfulas líricas. Eso implica que se lee muy rápidamente.

Insatisfactoria y aburrida.

Fue finalista del premio Primavera de Novela en el año 2004.

Algunos fragmentos (son capítulos enteros cada uno de ellos):
Dicen que en Nauchipán sólo mueren los que creen que son mortales. Todos nacemos inmortales, cuentan. Morimos porque creemos que vamos a morir.
Parece fácil ser inmortal, pero incluso la mayoría de los hombres de Nauchipán carecen de la fe necesaria. Empezamos a ver a la gente que muere a nuestro alrededor. Y acabamos por dudar, por creer que quizá nosotros también moriremos y en el momento en que lo creemos por vez primera empezamos a morir, y con nuestra muerte sembramo la duda en el corazón de otro que había nacido inmortal como nosotros.
Y la duda acaba matándole.
Y habrá Bancos de Tiempo, los que tengan tiempo de sobra lo meterán en un banco y otros podrán tomarlo prestado. Habrá gente que venderá su tiempo, como hoy los pobres venden su sangre.
Y habrá ladrones que robarán el tiempo de los demás y lo venderán en el mercado negro.
Gente que empeñará su tiempo para pagarse vicios que no merecen la pena.
Y otros que ahorrarán tanto tiempo que no les quedadrá vida para gastarlo.
Claro que el tiempo de todos no valdrá lo mismo, será muy difícil hacerse con tiempo de calidad, porque los que tienen tiempo exquisito son los que lo guardan para sí mismos y no lo cambian por nada.
En esos días la gente de Nauchipán podría hacerse rico si sólo saliera al mundo y vendiera su tiempo.

Esa noche acampamos en un bosque de pinos. Las agujas atraviesan la piel de la tienda.
Huelo a verde.
Hacemos una hoguera en el linde del bosque. Yo tengo miedo a que todo se incendie. Nunca he hecho una hoguera en el bosque. Las mejillas nos arden al calor de las llamas como si ya hubiéramos bebido vino. Miramos al fuego y el fuego nos emborracha. Es como el mar. Se puede ver todo en el fuego.
Alimentamos al fuego como a un dios, pero es un dios insaciable. A medida que el fuego se va apagando nosotros nos vamos encendiendo.
Nunca había pasado una noche con un hombre a la luz del fuego.
Qué triste hubiera sido haber muerto sin llegar a probarlo.

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