jueves, 23 de abril de 2015

Cabaret Biarritz, de José C. Vales

Editorial: Destino, 2015
Colección: Áncora y Delfín
450 páginas
20 €
Ebook: 9,99 €

Argumento:

Una editorial publica una transcripción de las entrevistas realizadas por el escritor George Meliet a varias personas que presenciaron los hechos sucedidos en Biarritz durante el verano de 1925.

Comentario:

Es difícil discernir si Cabaret Biarritz es una novela «literaria» o de género (misterio), ya que parece intentar ser ambas cosas con diferente fortuna.

La trama de intriga es clásica, así como la forma de ir dosificando la información (y la desinformación) a lo largo de la novela, ordenando cada testimonio para crear el efecto buscado. Incluso hay varias entrevistas cortadas o acabadas con cierta brusquedad y de forma poco convincente para intentar mantener el interés.

Es quizá la parte más literaria la que ocasiona más dificultades. En primer lugar por cuestiones de credibilidad: ¿Quién puede recordar con tantos detalles (atuendos de las personas, paisajes, diálogos, emociones) hechos sucedidos más de una década antes de relatárselos al periodista? Tal vez aquellas personas que se vieran más afectadas, pero el resto difícilmente.  Si bien es algo que puede justificarse por necesidades narrativas, llama la atención.

En cuanto a los testimonios en sí mismos, cabe destacar la gran capacidad del autor para dotar a cada uno de los personajes de personalidades contrastadas y reconocibles, distintas formas de «hablar» dentro de las limitaciones del recurso utilizado (la mayor parte son monólogos, aunque hay alguna carta) y un subtexto (a veces poco sutil) que permite captar cuándo el personaje miente, exagera o proporciona alguna pista.

Aunque varias de estas narraciones en primera persona están «recortadas» (alguna de las innumerables ―115―, y muchas veces innecesarias y cansinas, notas al pie de página indican que se han eliminado pasajes que no tienen que ver con lo sucedido en Biarritz), sigue habiendo muchas digresiones, de interés desigual, utilizadas tanto para recrear una época y una sociedad como para criticar e ironizar sobre diversos temas, entre ellos la literatura o el arte.

Destaca además el carisma de alguno de los personajes, en especial Beatrix (Trixie) Ross Buttgereit-Dientzenhofer, cuya personalidad e inteligencia (sus hipótesis sobre lo sucedido) y su relación con el periodista Paul Villequeau (Vilko) son recurrentes en casi todos los demás testimonios.

En resumen, Cabaret Biarritz es una novela ambiciosa en lo formal y más sencilla en lo que cuenta, con indudables méritos y capacidad para mantener el interés de principio a fin a pesar de los diferentes escollos que se presentan durante el desarrollo.


Nota: Cabaret Biarritz es la obra galardonada con el Premio Nadal de novela 2015.


Citas de la novela


«El inmenso trabajo de Miet, por tanto, quedó abandonado a su suerte, en la oscuridad más deplorable que pueda imaginar un autor: que nadie sepa que ha escrito algo, que nadie esperara que lo hubiera escrito y que, además, nadie tuviera el más mínimo interés en leerlo.»

***

«Sinceramente se lo digo, Miet: a pesar de ostentar honrosamente el cargo de presidente de la ASLB, no creo que haya en el cuerpo social un gremio más asqueroso que el de los escritores. Vanidosos, mezquinos, ruines, groseros, egoístas, envidiosos, corruptos, viciosos, soberbios, caprichosos, aniñados, y siempre con ese aire de superioridad recocido al calor de las faldas de sus madres..., precisamente las que deberían haberles inculcado la voluntad de estudiar más que el deseo de fingir una ciencia e inteligencia literaria de las que obviamente carecen. Altaneros sin motivos, orgullosos sin razones, presumidos sin pudor: los escritores de nuestro tiempo —y seguramente de los tiempos venideros— son la desdicha de la sociedad, y mil veces me he preguntado por qué Dios habrá escogido a esos seres despreciables para comunicar la belleza de la palabra y la poesía al mundo. He de creer en la parábola clásica, según la cual en los muladares también nacen flores.»

***

«El arte, mi querido Miet, no surge de estas cabezas vacías de chorlitos, pagadas de sí mismas y confiadas en su propia imaginación, sino de las lecturas, del estudio y las muchas horas de trabajo. Sólo un espíritu simple, inocente como un gazapo de granja, puede creer que las obras de arte nacen ex nihilo; y es un chascarrillo sin ninguna gracia ese que asegura que Dante o Cervantes compusieron sus obras maestras sin haber leído previamente la Divina Comedia o el Quijote. Cualquier espíritu destripaterrones puede comprender que si compusieron esos libros fue porque habían leído y estudiado a Homero, a Cicerón, a Séneca, a Tito Livio, a Horacio, a Virgilio, y a toda la santa estirpe del Parnaso. En fin, señor Miet: no voy a repetir lo que ya debería saber a sus años, aunque me temo que usted también cree que puede componer un libro sin haber dado cincuenta vueltas tras la mula en la era de trillar.»

***

«¿Cómo es eso que dices siempre, Vilko?», le pregunté.
«¿Qué?».
«Sí..., eso de que el presente no es...».
«El presente era innecesario».
«Sí, claro. Eso es», murmuré para mis adentros, atisbando por primera vez aquel verano la verdadera esencia del amor que enlazaba a aquellos dos seres perdidos en un mundo del que ya apenas comprendían nada. El tiempo, como un torrente implacable y sucio, los había arrebatado de su adolescencia: la única época de sus vidas que tenía sentido. En el tortuoso y caótico caudal de los días y los años habían vuelto a encontrarse, pero apenas eran capaces de verse como eran antaño, salvo cuando creían reconocer en el otro una sonrisa, o un gesto, o una palabra de los viejos tiempos. Había un algo trágico en aquella relación, señor Miet. Era como si aquellos dos seres hubieran estado amándose siempre, desde que tenían quince años, y sin embargo jamás hubieran tenido el valor o la suerte de haber emprendido juntos el camino. Bueno, supongo que algunos amores desgraciados son así..., ¿no le parece?»


***T***


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