viernes, 8 de abril de 2011

El ángel perdido, de Javier Sierra


El ángel perdido
Javier Sierra
Editorial Planeta
512 páginas


Sinopsis:

La restauradora Julia recibe la noticia de que su marido ha sido secuestrado en Turquía. Como de costumbre, hay una secta esotérica de por medio, objetos mágicos acongojantes, y el mundo está en peligro. Los americanos tomarán, también como siempre, cartas en el asunto...

Comentario:

"EL ángel perdido" sigue cien por cien la reglas del libro-fórmula para fabricar bestsellers. Lógicamente, esta fórmula de poco le serviría si en lugar de estar publicado en Planeta lo estuviera en Ediciones Desconocidas e Ignotas, con sede en Cuenca.

Una de las reglas seguidas por el autor es la de organizar la estructura de la novela en capítulos cortos, algunos de media página, sistema que se supone da agilidad a la obra. Curiosamente, junto a estos mini-capítulos hay otros bastante largos, terminados de igual modo en cliffhangers, algunos bastante dudosos en su efectividad… Como en El Código Da Vinci, la historia sucede en un día, o eso parece.

Algunos lectores de este tipo de obras pueden pensar que están bien documentadas, pero  decir tal cosa de esta novela es arriesgado, como poco...  A no ser que se considere documentación fiable y de calidad el batiburrillo de creencias, mitos y afirmaciones no comprobadas científicamente que se exponen a lo largo de las páginas de El Ángel Perdido. Cuando resume la epopeya de Gilgamesh o el relato mesopotámico del Diluvio lo hace con un simplismo que tergiversa incluso el sentido de los relatos originales, casi seguro para que encajen en la trama. A mí me parece muy bien que un autor utilice estos mitos e historias pseudocientíficas, puesto que la fantasía es un género tan digno como cualquier otro, pero cuando se afirma que todos sus datos son exactos y trata de hacernos creer que su fabulación es real como la vida misma no se puede mirar el texto con los mismos ojos. Un libro bien documentado desde el punto científico o histórico es el que cita fuentes solventes. No es el caso. Claro que todo el mundo puede creer lo que le apetezca, lo mismo en el Arca de Noé, en que los ángeles se mezclaron con las humanas, en que unas piedras tienen poderes mágicos y levitan, en la Atlántida, en Shambalah, en Haarp, etc, etc.

A mí realmente en una historia la documentación es lo que menos me importa, ya que doy por hecho que es una ficción. Es más importante la verosimilitud, pero en esta novela está poco trabajado ese tema. No se logra  dotar de coherencia o de lógica a la trama o a las historias entrelazadas de esta especie de remake esotérico de la película “Señales del Futuro” (Knowing, en inglés), que no ha logrado engancharme en ningún momento, por su falta de alma, de empatía o de sentimientos humanos. Lo normal sería que ante unos hechos como los que se narran, en los que se involucra al mismísimo Dios, los personajes tuvieran algún tipo de reflexión sobre el particular. Sin embargo, todo se reduce a relatos e historias sacadas de contexto, que producen un efecto de superficialidad que no encaja con la trascendencia del planteamiento.

La protagonista, heredera de un linaje de brujas con poderes mágicos, se limita a hacer el ingrato rol de tonta para que otros se luzcan contándole historias e informándole. Se supone que es licenciada en algo, quizás en Arte, pero en muchas conversaciones parece mostrar una cultura digamos que reducida, poro no mencionar su casi inexistente sentido común. Como hecho curioso, Julia, que así se llama, cuya parte se narra en primera persona, parece ignorar cuestiones como la epopeya de Gilgamesh (algo insólito en quien ha estudiado Historia o Arte); sin embargo, es capaz de distinguir el tipo de armas que portan sus captores (en concreto reconoce un subfusil Uzi y una pistola Sig-Sauer) y otras cuestiones técnicas alejadas de su disciplina y de su vida (al menos, el autor no nos pone en antecedentes de que ella haya tenido contacto con el mundo militar). Todo esto es consecuencia del mal uso de la primera persona, que debería estar limitada de forma que no conociera más que lo que el narrador (Julia) conoce. Tiene toda la pinta de haber sido en origen tercera persona que se adaptó quién sabe por qué, ya que el resto de la historia está en tercera, aunque prácticamente “hablen” igual.

Julia tampoco tiene voluntad, ni muestra casi ninguna reacción anímica a lo que le ocurre, dejándose llevar en todo momento y obedeciendo sin cuestionarse nada. El resto de los personajes, muchos de ellos no estrictamente necesarios para contar la historia, son tan planos que parecen no existir. No evolucionan y no tienen ningún tipo de relación humana entre sí. Son como marionetas para exponer las poco creíbles teorías del autor.

La mayor parte de las escenas, por lo demás, son muy poco imaginativas: consisten en un diálogo platónico entre dos o más personajes, en el que los “listos” o conocedores de los secretos ilustran a los “ignorantes” con anécdotas sacadas de revistas esotéricas. Julia, por cierto, queda bastante malparada en su rol…

Especialmente aburridas resultan las partes donde aparecen espías o el presidente americano. De hecho, las he leído por encima por falta de interés. Las descripciones de satélites y sistemas técnicos parecen estar de adorno o para lucir documentación. Algunos novelistas olvidan que lo importante es eso, novelar. Y transmitir, ya no digo grandes ideas, sino tan solo alguna emoción o sentimiento.

Se podrían objetar muchas cosas a este libro tanto en aspectos literarios como de documentación pero me quedo con lo más grave, que siendo un libro de aventuras me ha aburrido sobremanera y no me ha creado ninguna expectativa de emoción, peligro, etc; ni siquiera me ha transmitido ni un atisbo de esa sensación ominosa experimentada por el ser humano ante el “mysterium tremendum et fascinans”, que debería haber sido su objeto central. Ni temor ni fascinación ante el misterio de lo divino, por el cual siente curiosidad hasta el ateo más recalcitrante.

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