miércoles, 8 de mayo de 2013

El despertar de la señorita Prim, de Natalia Sanmartín Fenollera



 El despertar de la señorita Prim
Natalia Sanmartín Fenollera
Planeta
336 pp


Argumento:

La señorita Prim acude a una entrevista de trabajo en casa del "hombre del sillón", quien necesita una bibliotecaria para poner orden en sus libros. El pueblo donde habita está lleno de gente excéntrica que ha renunciado a la modernidad en todos los sentidos y se refugia en valores del pasado y en la cultura clásica. Los lugareños tratarán de convertir a Prim a su culto sectario.

Comentario:

Lo primero que llama la atención cuando se empieza a leer el libro es el tono deliberadamente anacrónico que ha adoptado la autora para contar esta historia de supuesta transformación interior. Anacrónico no solo en el estilo literario sino también en las ideas que plasma.

Para poder vender la novela a muchos países, no se indica dónde transcurre la acción (se dice que se trata de un pueblo llamado San Ireneo de Arnois, pero no se especifica el país ni la región, en consonancia con su carácter de novela simbólica, alejada de todo realismo), así como tampoco se nos ubica en unos parámetros temporales concretos, aunque se intuye que transcurre en la actualidad, paradigma según la autora de todos los males. San Ireneo podría verse como un espacio claramente utópico, una sociedad perfecta (según lo que para la autora es perfecto y deseable), donde todos son felices y comen perdices con su economía autárquica, alejados de la civilización, disfrutan de los clásicos griegos, y siguen las enseñanzas del venerable gurú de la región, un monje benedictino que les inspira, ya que todo lo material es malo y solo la contemplación platónica de la belleza es una virtud.

En lo que respecta a la prosa sorprende su excelente calidad literaria. Es un libro muy bien redactado; sin embargo, la historia en sí es sencilla y parca en episodios novelescos, pudiendo considerarse que se trata de un larguísimo diálogo platónico donde unos y otros hablan soltando perlas filosóficas con un lenguaje elevado. En cierto modo me ha recordado un poco a ciertas novelas francesas de moda como "La Elegancia del Erizo", solo que la obra de Barbery es infinitamente más profunda, compleja y anticonvencional, menos complaciente y algo más alejada de lo que se considera un "bestseller de manual", o incluso a "La delicadeza" (de Foenkinos), palabra que se cita varias veces en el libro como virtud deseable en este mundo pasado de moda. A pesar de las apariencias, no se trata de un libro denso, sino más bien todo lo contrario. Está escrito con ligereza y contiene una alta proporción de diálogos y escasas descripciones.

Como dije al inicio, la autora huye de todo realismo y nos regala unos personajes que hablan todos igual, en el mismo tono elevado, de catedrático o filósofo, citando clásicos griegos, romanos, ingleses, poemas, en diversas lenguas, incluidos, ojo, los niños, los cuales se entretienen leyendo la Eneida en latín y representando Antígona. No en vano todos poseen miles de carreras universitarias y conocimientos en lenguas muertas y vivas que dejarían pasmado al profesor Lidenbrock. Es difícil distinguir personajes cuando todos son capaces de citar a los clásicos y tienen el mismo tono decimonónico de expresión, cosa que resalta más al haber tantos diálogos. Estos son muy elaborados, y al tiempo acartonados, como si esta gente solo supiera hablar de temas como literatura, belleza, Teología, amor y, sorprendentemente, del matrimonio y de la búsqueda de marido, en una especie de homenaje a la literatura austeniana. Los hombres parecen no estar incluidos en estas reflexiones, dado que se trata de una novela femenina (dirigida al público femenino) donde el género masculino está solo para ocupar el rol de posible marido o interés romántico.

Naturalmente, y dado que la novela se va a vender en países extranjeros, los habitantes del pueblo tienen todos nombres multinacionales. Imaginamos que provienen de diversas culturas europeas, aunque como son tan sumamente cultos y dotados del don de lenguas se entienden muy bien entre sí. Sin embargo, es curiosa la selección de clásicos, sobre todo literarios, que manejan en este pueblo, casi siempre obras de origen anglosajón, como las de Jane Austen (¿Hay algún libro de esta clase donde no se cite a Jane Austen? Dios mío, qué daño ha hecho esta autora), Mujercitas, John Donne... La autora ningunea los clásicos de la literatura en lengua castellana como si fuera una literatura inferior a la inglesa, francesa, latina, italiana, alemana... Me ha parecido un gravísimo desprecio, pero bastante frecuente hoy en día. Comprendo, una vez más, que se trata de dar un aire internacional a la obra con objeto de colocarla mejor por esos mundos...

La mayor parte del libro se basa en el diálogo y confrontación entre el "hombre del sillón", fundador del pueblo (colonia o especie de secta estilo amish), dueño de una biblioteca inmensa, racional y al tiempo espiritual, y la señorita Prim, caracterizada por la autora como "mujer moderna, con muchas carreras (cómo no), pero engañada y atrapada en la dinámica de ruido actual que impide disfrutar de las pequeñas cosas de la vida". En realidad, el contraste no me ha parecido tan fuerte entre estos dos personajes, ya que ella también conoce todos los clásicos y también es elevada. Él cita, no sé, cualquier cosa, algo de Homero, y ella sabe exactamente a qué se refiere. Habla de las obras de Beda el Venerable, y naturalmente ella lo ha oído mentar, así como cualquier referencia a libros desconocidos por las masas. Cada vez que se enfrentan dialécticamente él sale ganando, ya que la señorita Prim está súper engañada por la sociedad actual y el hombre del sillón (y las personas del pueblo con las que habla) le demuestra una y otra vez cuán errada va por la vida. Ellos siempre tienen la razón, que argumentan y defienden del modo más dogmático posible y ella, pobrecita, ha de abrir los ojos y "despertar" de su engaño.

Dejando aparte sus conocimientos tan superiores y elitistas, los habitantes de este peculiar pueblo tienen a gala su pensamiento cerebral, alejado de pasiones nocivas, lo cual los hace parecer una especie de robots que sueltan sentencias y tratan de aleccionar a la protagonista en sus (para mi opinión) trasnochadísimas ideas, y concepciones despreciativas hacia las mujeres "independientes" y "sin marido". Interesante frase al respecto que ilustra bien el estilo de pensamiento de la novela:

"Por otra parte, debía reconocer que no le repugnaba del todo la idea del matrimonio. Ciertamente había dicho siempre lo contrario, pero como muchas mujeres de su especie, la señorita Prim solía despreciar aquello que secretamente temía no llegar nunca a obtener."

Me parece loable que la autora exprese sus ideas sin rodeos, ideas tan contrarias al espíritu actual, ya que denota una gran convicción y valentía, pero no me gusta su tono de libro de autoayuda o de sermón. Es curioso que no haya una voz discrepante o crítica que nos haga relativizar lo expuesto. Eso lo convierte todo en dogmático, como si ellos fueran los que tienen la razón y los que han elegido lo correcto. La señorita Prim no defiende nada bien, a mi modo de ver, su postura, y cae siempre rendida ante la dialéctica del niños, mujeres ancianas, el hombre del sillón, por el que, además, siente un leve interés romántico, que seguramente mantendrá a muchos lectores enganchados en la esperanza, vana, de que ocurra "algo" entre ellos...

En cierto modo esta novela ha supuesto para mí una decepción, por cuanto el probado talento de la autora para la literatura se pierde en una fábula en exceso simplista y previsible, con una pretensión de profundidad que no es tal en cuanto se analiza un poco el mundo utópico presentado, y que, además, se desinfla a partir de la mitad. Su idea de retorno a la vida sin ruido, a la belleza, a los "buenos valores" de antaño, podría ser válida si estuviera mejor argumentada, si hubiera personajes diferentes con diferentes posiciones ideológicas, si dejara al lector la valoración de las susodichas, si la autora no tuviera esta concepción de lo cultural tan sumamente elitista y exclusiva, si hubiera un poco de ironía... Para terminar, y esto ya es algo personal, a mí no me convencen las teorías de la autora sobre lo ideal de esta vida "utópica", algunas de las cuales desprenden un cierto aroma reaccionario.

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